Sábado 25 de Abril de 2020
"Se suspenden las clases en todo el país, al menos por el resto de marzo. Lo dispuso el gobierno en una reunión de emergencia este domingo, ante el avance de los contagios del Covid-19". Así titularon los diarios del 16 de marzo pasado lo que devino en llamarse "la escuela en casa". De un día para el otro, sin que hubiera demasiado tiempo para entender ni simbolizar la situación, los docentes y aprendientes de todo el país se encuentran ausentados de la escuela de techo y paredes, de campana, portero, meriendas y compañeros, pero no del ciclo lectivo que acaba de empezar y sigue en pie. El mensaje es claro: "No son vacaciones, las clases continúan en el hogar".
Tiempos inéditos, tiempos de interiores que alejan repentinamente a los enseñantes de sus alumnos, del cotidiano del aula física, pero no por ellos claudica el noble acto de enseñar y aprender. Se va construyendo del hoy para el mañana una nueva modalidad de escuela donde la distancia espacial no necesariamente es la ausencia del otro sino otra forma de "estar con". Entre las marcas de la atemporalidad, entre ausencias y presencias, se va dando "un entre" la casa y la escuela. Dos instituciones instituyentes, subjetivantes, fundacionales que se sostienen y ostentan desde dos lógicas bien distintivas entre lo endogámino y lo exogámico que de pronto se encuentran, no sin tensión.
El afuera de la escuela, tan necesario, ahora entra a la intimidad del hogar. A todo lo que ya sucede en una casa tomada por la pandemia se le suma la escuela. Aparece un nuevo imperativo, al que no hay que desinfectar con alcohol ni lavandina, pero si hay que responder en tiempo y forma. Algunos grupos familiares reciben esta propuesta como un ordenador, un alivio, hasta como un descubrimiento, otros lo viven como una carga una obligación, una invasión a la intimidad, una hiperexigencia que se suma a la vorágine del tiempo y el espacio que habitan.
Los maestr@s y profesor@s también se ven sometidos a múltiples demandas institucionales, de los alumnos y de sus grupos familiares, requerimientos curriculares, didácticos, instrumentales, y hasta desconocimiento de la virtualidad.
Hogar y escuela encontrados y tensionados por la coyuntura y dependientes del uso del instrumento virtual y la conectividad. Y aún así, cuando los hay, muchos hogares y docentes no tienen experiencia en el manejo de estas herramientas y realizan un aprendizaje en tiempo record para entrar al Zoom, a la plataforma, al classroom, usar la impresora, WhatsApp, videollamada o los múltiples carriles no habituales por donde empieza a circular la escuela.
Y cuando no hay instrumento virtual, conectividad o posibilidades de instituir la escuela en casa la tensión pasa por pensar cómo garantizar esa accesibilidad en tanto terceridad, no solo a la propuesta curricular, sino a esa presencia del otro que es la escuela.
A esta tirantez se agrega, en la mayoría de los casos, el desconocimiento del alumno. Porque convengamos que la suspensión de las clases se da sobre el comienzo del ciclo lectivo, cuando recién se estrena el vínculo, se ubican los nombres, los rostros, se arma la escena. Se suma entonces el armar lazo a la distancia porque sin lazo no hay escena pedagógica. Docentes tratando de pensar aprendices, subjetivarlos, imaginarizarlos, alojarlos, armar trama.
Con todo esto y mucho más se transita este primer mes y las preguntas recaen sobre cómo poner en acto esta nueva dimensión educativa con argumentaciones que superan la postura resistencial de otros momentos críticos en la educación basadas en la inhabilitación para la tarea propuesta. El "no puedo", "no me formé para esto", "no me corresponde" son superadas al ubicarse en el campo de lo posible, y aparecen el "cómo lo hago", "qué recursos tengo", "dónde los busco", "pásame el tutorial". Emerge junto a la incertidumbre el andamiaje entre pares, el aprendizaje mediado entre los propios docentes y de los hogares entre sí y, en el mejor de los casos, entre la casa y la escuela.
En tiempos de coronavirus, de emergencia, de distanciamiento social urge repensar desde qué paradigma estamos construyendo la escuela en casa. En este mes se hace evidente que el paradigma homogenizador de la escuela tradicional —con sus trayectos lineales, sus pilares de anualización, gradualización y simultaneidad de los aprendizajes— no garantiza aprendizajes significativos y deja por fuera muchos aprendientes. El paradigma de la diversidad, de la escuela inclusiva, se presenta como una instancia superadora, garantiza derechos desde una propuesta curricular abierta, flexible, descentralizada, revisable y adecuable según contextos y grupos en respuesta a las necesidades de los aprendices con tiempos y espacios móviles. Se presentifica la imperiosa necesidad de propuestas curriculares en contexto para no profundizar desigualdades y garantizar el arribo de esta nueva escuela a todos los alumnos del sistema, en ese abanico que sabemos, oscila desde escenarios de confort con todas las necesidades básicas satisfechas hasta contextos de máxima vulnerabilidad donde los derechos de la niñez y la adolescencia se ven seriamente comprometidos.
Pensar cómo enseñar en este distanciamiento, qué enseñar, para qué y desde dónde para llegar a todos y a cada uno desde el andamiaje, el lazo y la hospitalidad con una propuesta curricular que privilegie calidad por sobre cantidad nos lleva a abrevar en los postulados de:
• Educación para todos, Unesco. Paradigma crítico, socioconstructivo, ecológico contextual.
• Constructivismo dialéctico: Zona de Desarrollo Próximo para ubicar la propuesta en el campo de lo posible.
• Diseño universal del aprendizaje: todos acceden, todos se benefician con formatos variados y diversificados.
• Diversificación curricular: respeta el derecho a una oferta educativa acorde a las necesidades de cada alumno, tiempos y modos de aprender. Múltiples formas.
• Justicia curricular: curriculum único, general y universal. Justicia social, curricular y cognitiva. Nuevas prácticas, mejores prácticas. Las mejores.
• Trayectorias escolares: contemplar las vicisitudes del devenir escolar, el recorrido singular, personalizado y compartido.
• Trasposición didáctica: acercar a los hogares saberes didactizados. Accesibilidad. Acompañamiento activo en la construcción del saber.
• Secuencia didáctica: orden espiralado, construcción abierta, articulada.
• Enseñanza multinivel: un agrupamiento que aprende junto, aprendizaje significativo, colectivo y personalizado.
Hoy la escuela desplaza el objetivo cotidiano del hogar de acompañar la tarea al de acompañar el "enseñar y aprender" contenidos. Quien acompaña desde casa no es maestro y necesita del acto pedagógico compartido y andamiado desde la escuela. El acto pedagógico no es neutro ni imparcial, es intencional, es vincular y ético. En eso estamos. No es poco lo que se ha construido en este mes.
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